Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas noticias del reino y sanando toda enfermedad y dolencia entre la gente.
-Mateo 4:23
Hacia el final de El Retorno del Rey, de J.R.R. Tolkien, el hobbit Sam Gamgee despierta mientras se recupera de su cercano roce con la muerte. Con asombro, oye la voz de un querido líder que todos en su compañía habían creído también perdido. “Gandalf”, exclama. “Creí que habías muerto. Pero luego pensé que yo estaba muerto. ¿Será que todo lo triste se deshará?”
Todo lo que Jesús enseñó sobre el Evangelio encierra esta sentida exclamación de Sam. ¿Será que todo lo triste se deshará? En el evangelio que Jesús proclamó, la respuesta es “Sí“. Es una buena noticia. Es reparadora. Es transformadora. Así es como él lo enmarcó. Así es. Pero, ¿qué quiere decir exactamente Mateo cuando habla de Jesús proclamando las buenas nuevas del reino?
Creo que la mayoría de ustedes tienen suficientes conocimientos bíblicos como para saber que el Evangelio se aplica a las secuelas de la Caída. Después de que Dios creara al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, los puso en un hermoso jardín llamado Edén. Estaban en una relación perfecta entre ellos, con toda la naturaleza y con Dios. Nada les faltaba. Su futuro estaba asegurado. Sus almas no llevaban cicatrices de heridas descuidadas por otros. No tenían nada que temer ni nadie que pudiera aguarles la fiesta. Si todo hubiera ido según el designio de Dios, habrían vivido en armonía con todos sus descendientes durante el tiempo que Dios determinara. Piénsalo… Sin guerras. Sin enfermedades. Sin crímenes. Sin rechazo. Sin hambre. Sin acusaciones. Sin decepción. Sin culpa. Sin conspiraciones. Sin puñaladas por la espalda. Sin engaños que tergiversen tus palabras y tus actos. Sin muerte que les robe ni envejecimiento que mancille sus cuerpos.
Su mundo era muy distinto del nuestro. Y la razón por la que nuestro mundo se convirtió en lo que es ahora es que en algún momento eligieron la rebelión en lugar de confiar en Dios. La única limitación que Dios les impuso fue no comer de un árbol del jardín conocido como “El arbol del conocimiento del bien y del mal.” Al final no pudieron resistirse a su fruto. Desde entonces hemos cosechado problemas que se han multiplicado como conejos.
Cuando Jesús irrumpe por fin en la historia, no se limita a enseñar la buena noticia. Él es la buena noticia. Vino a deshacer las malas noticias. Vino a mostrarnos al Padre. También vino a mostrarnos a nosotros mismos. Para mostrarnos lo que cada uno de nosotros debe ser como persona creada a imagen de Dios. Fue –y es–, en palabras de Pablo, “el último Adán”. Como plenamente humano, vivió su vida ante la humanidad como alguien no tocado por el pecado personal, pero enviado a cargar con los pecados de todo el mundo en la cruz.
Te invito a un viaje conmigo para explorar los fundamentos del evangelio transformacional. Pablo escribió sobre la transformación porque estaba arraigada en las enseñanzas de Jesús. Y, como señaló en 1 Corintios, no se puede poner otro fundamento que el de Cristo. Entonces, ¿cuál es esta buena noticia que es Jesús y cómo transforma nuestras vidas?